miércoles, 5 de febrero de 2014

Sobre el apego o la vinculación



El apego es un vínculo afectivo especial que establece un individuo respecto a otro que entiende como importante e irremplazable, por presentar las siguientes características: base segura, búsqueda de proximidad con respecto a la figura de apego, especificidad de la figura de apego (en la infancia suele ser la madre y/o el padre), protesta de separación y modelos internos operativos, relativamente estables, inconscientes y consistentes, que reflejan la percepción que tiene el sujeto respecto a la accesibilidad y la capacidad de respuesta de la figura de apego. El apego es un constructo hipotético, pero las conductas de apego sí pueden observarse. Para desarrollarse  intelectual, emocional, social y moralmente, el niño necesita, en cada de estas áreas, gozar regularmente y durante un largo período de su vida de un vínculo afectivo fuerte, cercano, recíproco y estable, el cual desempeña una función muy importante en su bienestar. El vínculo o apego es una relación afectiva positiva, incondicional y duradera que se caracteriza por el placer mutuo de estar juntos y el deseo de mantener ese cariño. Las interacciones positivas con personas que lo cuidan de forma estable generan en el niño un sentimiento de bienestar y van creando una seguridad básica. El niño necesita recibir de su madre/padre o persona que lo cuida demostraciones de cariño, y atención, de un modo continuo, diario y estable. Así el niño va desarrollando seguridad y confianza y el sentimiento de ser valioso e importante. El niño necesita dar y recibir afecto. Para el niño el vínculo de apego es totalmente indispensable y necesario para un desarrollo adecuado. La calidad del vínculo o apego está determinada por la capacidad del adulto de ponerse en el lugar del niño, de lograr sentirse como él se siente. En la iniciación y mantenimiento de un vínculo de afecto positivo es muy importante la sensibilidad de la madre/padre a las señales del niño.



Los patrones de interacción entre la madre o el padre y los niños, una vez establecidos, tienden a persistir en la mayoría de los casos. Una causa de dicha persistencia es el modo en que el progenitor trata al niño, ya que, para bien o para mal, tiende a continuar sin cambios. El modo en que un cuidador trate a un niño determinará, en gran medida, su personalidad.



Los progenitores que son sobreprotectores, o que maltratan a sus hijos, o que sufren adicciones, depresiones u otras enfermedades psiquiátricas, tienden a desviar el desarrollo de sus hijos a niveles subóptimos. Por el contrario, los progenitores cálidos, afectivos y que apoyan las iniciativas de sus hijos y sus necesidades de exploración, tienden a tener niños que crecen mentalmente sanos y psicológicamente maduros y creativos (Franz y colaboradores, 1994). Cuando no existen obstáculos a mayores, se logra establecer un adecuado vínculo afectivo entre los progenitores y sus hijos. Al existir un apego seguro, existe óptimo desarrollo físico-nutricional, no se interfiere en el aprendizaje del menor por ensayo-error, no se busca manipular el comportamiento del menor en función de la propia angustia, se comprende e interacciona de un modo natural con el mundo infantil-simbólico del niño.


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