viernes, 15 de mayo de 2015

Trastorno por estrés postraumático (TEPT) III: Estrategias de afrontamiento.

Estrategias de afrontamiento positivas: son aquellas que nos van a ayudar en la superación del suceso traumático.
- Aceptación del hecho y resignación.
- Experiencia compartida del dolor y de la pena.
- Reorganización del sistema familiar y de la vida cotidiana.
- Reintepretación positiva del suceso (hasta donde sea posible).
- Establecimiento de nuevas metas y relaciones.
- Búsqueda de apoyo social.
- Implicación en grupos de autoayuda o en ONGs.

Estrategias de afrontamiento negativas: son aquellas que nos van a dificultar la superación del suceso traumático.
- Anclaje en los recuerdos y planteamiento de preguntas sin respuesta.
- Sentimientos de culpa.
- Emociones negativas de odio o de venganza.
- Aislamiento social.
- Implicación en procesos judiciales, sobre todo cuando la víctima se implica voluntariamente en ellos.
- Consumo excesivo de alcohol y drogas.
- Abuso de fármacos.

Hay personalidades que son "resistentes" al estrés y presentan cierto tipo de características que les hacen más resistentes a sufrir un trastorno por estrés postraumático:
- Control de las emociones y valoración positiva de uno mismo.
- Estilo de vida equilibrado.
- Apoyo social y participación en actividades sociales.
- Implicación activa en el proyecto de vida (profesión, familia, actividades de voluntariado, etc).
- Afrontamiento de las dificultades cotidianas.
- Aficiones gratificantes.
- Sentido del humor.
- Actitud postiva ante la vida.
- Aceptación de las limitaciones personales.
- Vida espiritual.

viernes, 8 de mayo de 2015

Trastorno por estrés postraumático (TEPT) II: Incidencia en la infancia.

Respecto al caso particular del trastorno por estrés postraumático en menores, la intensidad de las consecuencias psicológicas va a depender fundamentalmente de la figura del agresor, la etapa evolutiva en que se encuentre el niño (cuanto más pequeños más graves suelen ser los síntomas sufridos, porque es menor la percepción de control que tienen sobre su propia vida), las reacciones anteriores ante pérdidas y separaciones, el comportamiento de las personas que le rodean o el tipo de familia (los niños son más vulnerables si viven en un ambiente desestructurado). 

En la infancia tenemos que tener en cuenta que muchos niños no expresan sus pensamientos y emociones verbalmente sino a través de su comportamiento. Los más pequeños lo expresan de manera más global: conductas de retraimiento, dificultades de aprendizaje, conductas regresivas y pérdida de algunas habilidades. Es muy común que aparezca la ansiedad de separación, que se traduce en una dependencia exagerada. A partir de los 8 años, por lo general, los niños ya pueden expresar verbalmente y aportar una cronología fidedigna de los acontecimientos.

En el caso de menores podemos encontrar sintomatología muy variada: alteraciones del sueño, cambios en los hábitos de alimentación, culpa y vergüenza, sobresaltos, disminución de la autoestima, síntomas físicos (náuseas, dolores abdominales), comportamientos regresivos, ansiedad, tristeza, malestar emocional (dificultades de adaptación a la vida cotidiana).

Las niñas suelen manifestar más síntomas ansiosos y depresión. Los niños,  más trastornos de conducta. En ambos casos se suele traducir en una inadaptación escolar.

Los síntomas comienzan a mejorar cuando el niño recibe explicaciones claras por parte de los padres y se encuentra bien apoyado emocionalmente por ellos. La atmósfera de apoyo, comunicaión y serenidad contribuye a la recuperación psicológica del menor, que se basa en la sensación de autonomía y la capacidad de ejercer autocontrol sobre sí mismo y sobre el medio que le rodea.

En la adolescencia pueden aparecer cambios radicales en su comportamiento y son frecuentes las actitudes de escape. Lo que predice una peor evolución hacia la vida adulta es la exposición prolongada a los estímulos traumáticos.

Distinción entre vergüenza y culpa:
- Vergüenza: se caracteriza por una autodescalificación global, es emoción debastadora, la preocupación prioritaritaria es el malestar emocional, produce aislamiento social y depresión como consecuencia.

- Culpa: se caracteriza por una autocrítica de la conducta concreta, es una emoción menos devastadora, la preocupación prioritaria es el dolor por el daño hecho, produce facilitación de la empatía (ponerse en el lugar del otro) e intentos de reparación.

Es importante ayudar al menor a gestionar el sentimiento de culpa. De no ser así, la no superación produce acciones negativas, como sería la mala conciencia a nivel cognitivo o el remordimiento a nivel afectivo. Para la superación de este sentimiento de necesitaría o un arrepentimiento (solicitud de perdón) o la reparación del daño (directa, altruista o indirecta).



viernes, 1 de mayo de 2015

Trastorno por estrés postraumático (TEPT) I

Para entender este trastorno hemos de partir de la base de qué se considera un SUCESO TRAUMÁTICO. Se entiende por suceso traumático cualquier acontecimiento negativo intenso que surge de forma brusca, que resulta inesperado e incontrolable y que puede poner en peligro la integridad física o psicológica de una persona que se muestra incapaz de afrontarlo. Este tipo de suceso no forma parte de las experiencias humanas habituales y produce un gran impacto psicológico, que va a depender fundamentalmente de dos factores: la intensidad del hecho y la ausencia de respuestas psicológicas adecuadas para encararlo.

A raíz de este suceso traumático podremos hablar de TRAUMA, como aquella reacción psicológica derivada de dicho suceso. Cualquier acontecimiento de este tipo altera el sentimiento de seguridad de la persona en sí misma y en los demás. El elemento clave es la pérdida de la confianza básica.

Dentro de los sucesos traumáticos más habituales podemos distinguir entre los intencionados (agresiones sexuales en la vida adulta, relación de pareja violenta, terrorismo, secuestro y tortura, muerte violenta de un hijo, abuso sexual en la infancia, maltrato infantil, etc.) y los no intencionados (accidentes, catástrofes naturales).

Fases habituales en el daño psicológico:
1) Reacción de sobrecogimiento: abatimiento general, pobreza de respuestas, lentitud, ausencia de reacción.
2) Vivencias afectivas dramáticas: dependen de cómo se elaboren y de las características de personalidad de cada individuo (dolor, indignación, ira, culpa, miedo).
3) Tendencia a revivir intensamente el suceso, de forma espontánea o con algún estímulo desencadenante (olor, sabor, objeto, etc). Se produce una re-experimentación de hecho o suceso traumático en forma de recuerdos repetitivos e intrusivos (imágenes, pensamientos o percepciones), flashbacks, pesadillas recurrentes, malestar psicológico intenso al tener exposición con estímuos relacionados (que pueden ser de cualquier forma o tipo sensorial, como ya hemos comentado anteriormente) y respuestas fisiológicas congruentes con los estímulos.

A través de esas tres fases del daño psicológico pueden generarse, por una parte, SECUELAS PSÍQUICAS, que se traducen en alteraciones adaptativas: a nivel cognitivo (confusión, dificultades para tomar decisiones, indefensión, falta de control), a nivel psicofisiológico (sobresaltos continuos, alteraciones del sueño, dificultad de concentración, irritabilidad, episodios de cólera) y a nivel conductual (apatía y dificultad para reestablecer la rutina). Por otra parte podemos encontrar SECUELAS EMOCIONALES: la estabilización del daño psicológico produce una discapacidad permanenente que puede no remitir con el paso del tiempo, se puede producir una modificación permanente de la personalidad con aparición de rasgos nuevos (suspicacia, dependencia emocional), que se mantienen durante al menos dos años y pueden llevar a un deterioro de las relaciones interpersonales y a una falta de rendimiento en la actividad laboral.

Factores de vulnerabilidad:
Las personas reaccionan de manera distinta porque los acontecimientos les afectan en distinta medida. Por lo general, la mayoría de la población ha vivido experiencias traumáticas en mayor o menor medida (pérdida de algún familiar, enfermedad grave propia o de alguien cercano, etc.), pero no todo el mundo que sufre un suceso traumático o un estrés agudo es vulnerable de padecer un Trastorno por estrés postraumático (un alto porcentaje de los adultos se recuperan sin secuelas de un acontecimiento traumático). La mayor o menor repercusión psicológica dependerá de su vulnerabilidad, que se verá afectada por factores de tipo psicológico (baja autoestima, desequilibrio emocional, fragilidad emocional previa, escasa capacidad de adaptación a los cambios, sensación de fatalismo) y factores de tipo psicosocial (apoyo social insuficiente, escasa implicación en las relaciones sociales, falta de apoyo institucional). Si bien, si que hay que señalar que es más frecuente su aparición es más frecuente en mujeres.

Teniendo en cuenta todos estos factores podemos concluir que el daño psicológico depende de: la intensidad o duración del acontecimiento, de la percepción del suceso (variables psicológicas), del carácter inesperado del acontecimiento, de la fragilidad de la víctima y de la concurrencia de otros problemas.