viernes, 25 de abril de 2014

Trastorno de ansiedad por separación (en niños):

Es más frecuente en niños pequeños. En general, se caracteriza por un miedo o ansiedad excesiva y recurrente durante todo el desarrollo del niño, referida a la separación o bien del hogar y de su entorno cercano o, sobre todo, de las personas importantes de su vínculo. En general, es más habitual que sea de la madre. Esa ansiedad no se limita sólo a circunstancias de separación real, sino que también las anticipa. Subyace en el niño una preocupación excesiva por la posible pérdida de las figuras de apego, ya sea porque él mismo se pierda ya porque les pase algo a sus padres. Generalmente también tiene miedo a que ocurra algo malo.

Se trata de niños que, por norma, están sentados en el regazo de sus padres o junto a su silla y que, si el padre tiene que salir en algún momento de la habitación, va detrás. Los padres se quejan a menudo de que siempre están pegados a ellos. Además, estos niños se resisten a quedarse solos en casa si no están sus progenitores y a estar separados de ellos en lugares desconocidos. A veces, también presentan resistencia a dormir solos en su habitación y fuera de casa. Con frecuencia sufren pesadillas referentes a la separación (por ejemplo: sueñan que mamá no vuelve o que le va a pasar algo) y refieren dolencias físicas (somatizaciones) un poco difusas (dolor de cabeza, malestar general, náuseas, vómitos, dolor de tripa...) cuando sucede la separación o cuando la anticipan. En ocasiones, junto a las quejas somáticas pueden, incluso, presentar fiebre. A veces, aprenden a controlar a sus padres y se vuelven manipuladores, incluso al ser un poco mayores, pueden amenazar con hacerse daño si se van, con el suicidio e, incluso, a presentar conductas suicidas.

Se muestran muy preocupados por si se ponen malos los padres o por si les pasa algo. Con frecuencia son niños que hablan de temas escabrosos (muerte, de ellos mismos y de los padres). Con cierta frecuencia desarrollan también otro tipo de miedos fóbicos, que incluso les llevan a conductas de evitación (a los animales, a la oscuridad, a monstruos, a accidentes...). Suelen ser niños poco activos, poco participativos, incluso apáticos. No suelen ser socialmente muy habilidosos (todo ello favorece el rechazo de otros niños).

En la mayoría de los casos no hay ningún acontecimiento traumático que desencadene el trastorno del que tratamos. Será de peor pronóstico cuando sea resultado de acontecimientos estresores, por ejemplo, hospitalizaciones (de los padres o propias). Normalmente son niños que o son hijos únicos o son los primeros, siendo habitual también en niños tardíos o si ha habido algún tipo de sobreprotección (a veces justificada, porque haya tenido enfermedades o niños con retraso mental). 

Todo esto suele suceder pronto, el DSM considera que antes de los 18 años y que la alteración, para emitir un diagnóstico, debe persistir no menos de cuatro semanas. Por lo general, se resuleve pronto con sesiones de exposición. La ansiedad de separación mal tratada puede derivar en un Trastorno de Ansiedad Generalizada de mayor.

Los padres deben alertarse cuando detecten ciertas conductas o actividades que el niño no pueda realizar (por ejemplo: ir al colegio, de excursión) y deben ser objetivos y discriminar entre lo que es un miedo racional en el niño y lo que le produce verdadero malestar, provocando angustia clínicamente significativa y deterioro  del funcionamiento social, académico o de otras áreas importantes. Es muy común encontrar padres resistentes ("mi niño es normal", "es cosa de la edad y ya se le pasará", "a ver si no voy a saber yo educar a mi hijo"). En cualquier caso, siempre es recomendable acudir a un especialista.

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