viernes, 27 de diciembre de 2013

Trastornos con componentes agresivos y relacion con conductas delictivas IV

DESÓRDENES ORIGINADOS EN LA INFANCIA:
La adolescencia es reconocida en la sociedad occidental como una fase de transición en el desarrollo de la personalidad, en donde se abandona el mundo infantil buscando un espacio psicológico y social en el mundo adulto (Alarcón, 1997). La psicología evolutiva ha descrito como eje motivador de esta etapa la búsqueda y delimitación de la identidad (Erikson, 1969). No obstante, se discute aún, si esta fase del desarrollo sigue una evolución continua y predecible desde los años intermedios o irrumpen transformaciones de tal intensidad que dan origen a una fase de crisis, inestabilidad y fragilidad emocional (Crockett & Crouter, 1995; Rice, 2000).

Diversas investigaciones han dejado en evidencia una mayor vulnerabilidad durante el proceso adolescente para iniciar conductas de riesgo en salud mental y adaptación social tales como: consumo de drogas ilícitas, embarazo precoz, deserción escolar, violencia y conductas antisociales (Ávila, Jiménez-Gómez & González, 1996; Florenzano, 1998; Organización Mundial de la salud [OMS],1995). Estas manifestaciones se presentan como un fenómeno emergente, amenazando la convivencia social y reduciendo en estos adolescentes las posibilidades de ajuste psicológico y social futuro.

Especial atención merecen las conductas antisociales y violentas realizadas por jóvenes, las que se han incrementado significativamente en la última década en diferentes partes del mundo. En EE.UU. los delitos violentos perpetrados por jóvenes aumentaron un 154% en los últimos 10 años y en España los delitos cometidos por menores de 16 años se incrementaron en un 34% en la década del 90 (Urra & Clemente, 1997). En Latinoamérica, en particular en Chile, si bien los contextos vinculados a la pobreza pueden favorecer el desarrollo de conductas delictivas en niños y jóvenes como estrategias de sobrevivencia, se reporta un aumento de éstas en los diferentes sectores socioeconómicos y no sólo en poblaciones empobrecidas y más vulnerables a al control policial y sanción legal. Paz Ciudadana (Werth & Sepúlveda, 2003) reporta que las aprehensiones de menores de 18 años en conductas delictivas en el país aumentó en un 398% entre los años 1986 y 2002 y las condenas de jóvenes entre 16 y 18 años aumentó también en un 67%, lo que contrasta en el mismo tramo de años con un aumento de sólo un 13% en adultos. Esta realidad no se aleja de la tendencia observada en otros países sobre desadaptación social, donde las mayores cifras de incidencia y prevalencia de la conducta delictiva se alcanzan durante la adolescencia y adultez temprana, siendo un predictor de delincuencia adulta, la aparición de conductas antisociales antes de los 15 años (Garrido, Stangeland & Redondo, 1999; Rutter & Giller, 1985).

Desde la criminología se han investigado los procesos asociados a la desadaptación social en jóvenes, dando especial atención a las escaladas o carreras delictivas, donde se observa un aumento progresivo de la gravedad y frecuencia de las conductas antisociales a partir de la edad de inicio (Farrington, 1987), observándose también la interacción entre variables personales y oportunidades del entorno (Gottfredson & Hirschi, 1990). Estos hechos reafirman la necesidad de detectar y estudiar tempranamente las conductas de riesgo antisocial en adolescentes y evaluar los factores psicológicos que pueden intervenir en el desarrollo de éstas.

El desorden de hiperactividad con déficit de atención o TDAH se acompaña en ocasiones de problemas de comportamiento agresivo. Si bien el TDAH se asocia generalmente con los niños, en algunos casos se prolonga hasta la edad adulta. Una combinación del planteamiento biológico y del entorno puede resultar de gran ayuda para el tratamiento del TDAH. Hismsahw y colaboradores (1989) realizaron un estudio con niños varones con TDAH que habian sido entrenados para controlar su ira mediante la modificación cognitiva del comportamiento. Tras ser entrenados, les fue administrado Ritalin o un placebo. Aquellos a quienes se les administró el fármaco mostraron un mejor autocontrol y una menor tendencia a tomar represalias cuando eran objeto de mofa por parte de sus compañeros. De manera alterna, los fármacos se pueden utilizar para ayudar a controlar la hiperactividad al inicio, mientras que el tratamiento conductista puede servir para logar control a largo plazo.

El retraso mental, un tipo de desorden del desarrollo, puede estar acompañado de comportamiento agresivo sin control, aunque éste no es necesariamente una característica predominante en los retrasados. Dos ejemplos del tratamiento conductista de la agresión asociada con el retraso mental pueden encontrarse en los trabajos de Liberiana. Por ejemplo, el caso Barney.

Carr y colaboradores (1980) trabajaron con un niño que manifestaba agresión para huir de las demandas que le eran impuestas, como obedecer una orden; lograron eliminar los comportamientos agresivos y entrenarlo para que desarrollara un comportamiento sustituto.

El desorden de la conducta se produce principalmente en niños varones, y de manera mas especifica, en aquellos cuyos padres padecen de desorden de personalidad antisocial o de otros problemas psiquiátricos. El DSM-IV incluye, como parte del desorden de conducta, violaciones frecuentes a los derechos de los demás o a las normas sociales. Más de la mitad de los criterios conductuales de este diagnóstico incluyen agresión persistente dirigida a otras personas, animales u objetos. Los comportamientos van de la amenaza y el pleito a la violación y el asalto (e incluso, en raras ocasiones, al homicidio). Puede presentarse escasa preocupación por los sentimientos de los demás y pocos indicadores de remordimiento por los actos comentos. Los niños con desorden de la conducta padecen también a menudo de TDAH.

El comienzo de los problemas del desorden de la conducta en la infancia, antes de la edad de 10 años (y no después), tiene mayores posibilidades de hacer que el individuo incurra en agresión y continúe teniendo problemas con ella en la edad adulta.

DESÓRDENES AGRESIVOS SEVEROS EN ADULTOS:
El desorden explosivo intermitente puede diferenciarse parcialmente del desorden de la personalidad antisocial por la presencia de numerosos, aunque discretos, episodios  de comportamiento agresivo dirigidos hacia otros individuos u objetos, en lugar de un patrón consistente de comportamiento agresivo. Los episodios se inician de manera inesperada, resultan fuera de proporción en relación con sus antecedentes y se terminan rápidamente. Por ello, en ocasiones son denominados “ataques”. De hecho, a menudo resultan parecidos a las convulsiones epilépticas, ya que pueden estar precedidos por un cambio afectivo e incluir el desarrollo de actividades por parte del sistema nervioso autónomo. Dichos episodios pueden también estar acompañados de sutiles cambios sensoriales. Tras ellos, el paciente puede presentar amnesia de lo que ocurrió durante el episodio. Si el paciente esta consciente de que tuvo lugar alguna forma de violencia, o se le informa de ello, generalmente expresa remordimiento.


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