Mostrando entradas con la etiqueta trastorno de personalidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta trastorno de personalidad. Mostrar todas las entradas

viernes, 17 de enero de 2014

Perfil delictivo de individuos con trastornos de la personalidad



En la estructura de la personalidad pueden haber intervenido factores ambientales que afectaron al embrión o quizás incluso al niño. Aunque consideramos las direcciones y propiedades fundamentales y generales de la personalidad como congénitas y dadas. La personalidad es una unidad biológica, psicológica y social.
 

El trastorno de la personalidad se pone en evidencia desde los primeros años de vida; son individuos parcial o totalmente desadaptados a su realidad ambiental, promoviendo por esta causa sufrimiento para consigo mismo o para los demás.

Si bien no podemos hablar de personalidad delincuente (ya que no existe una constelación fija de atributos de la persona infractora de la ley), se ha comprobado que los delincuentes sistemáticos presentan elevación significativa de rasgos tales como: hostilidad, búsqueda de sensaciones, desviación psicopática, hipomanía y depresión; así como baja puntuación en ajuste emocional y actividad. La impulsividad en estos casos genera una violencia desproporcionada.

Podemos decir entonces, que el trastorno de personalidad es la formación y desarrollo deficiente e inadecuada de los componentes estructurales de la personalidad, que en su interrelación con el medio, tanto social como biológico, han dejado de incorporar los beneficios y/o incorporado elementos nocivos.

A pesar de que han sido muchos los estudios que han analizado la relación entre psicopatología y delito aún no se ha llegado a conclusiones definitivas sobre este tema. Los estudios que han encontrado relación entre psicopatología y delito coinciden en señalar que las tasas de violencia difieren entre las diferentes categorías diagnósticas sugiriendo que es esencial analizar separadamente cada una de ellas en relación al riesgo específico de conducta violenta.

Trastorno antisocial de la personalidad:
De todos los trastornos de personalidad, el actualmente denominado trastorno antisocial es el que más interés tiene desde un punto de vista forense. La característica esencial del trastorno antisocial de la personalidad es un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás. Este patrón ha sido denominado también psicopatía, sociopatía o trastorno disocial de la personalidad.

La conflictividad social marca el rasgo fundamental de la clínica de estas personalidades. Encontramos en ellos, hurtos, peleas, pertenencia a pandillas marginales violentas, escaso rendimiento laboral, mentiras patológicas, etc. A todo lo anterior hay que sumar absoluta falta de remordimientos y de ansiedad, marcada pobreza afectiva y falta de motivación en la mayoría de sus conductas antisociales.

En relación a los factores etiológicos de la conducta psicopática y antisocial, se ha sostenido que estas conductas son consecuencia casi exclusiva del medio ambiente y que existe una estrecha relación entre variables de tipo social y el desencadenamiento y mantenimiento de la delincuencia. Una simple observación evidencia gran similitud de situaciones sociales entre la mayoría de las personas que ingresan en prisión. Situaciones tales como: grado de educación, tipo de familia, clase de trabajo del jefe de hogar, ambiente social, falta de escolarización, etc., son denominadores comunes en la mayoría de los internos de las prisiones. Estos internos suelen pertenecer a las capas más bajas, tanto económica como socialmente. Numerosos estudios han confirmado la relación existente entre determinadas características económicas, educativas, sociales y culturales con respuestas antisociales. Las situaciones sociales desfavorables son comunes a amplios sectores de la población, y sin embargo, es una minoría, aunque relativa y desgraciadamente numerosa, la que comete actos delictivos. Por otra parte, en sectores de población con situaciones sociales favorables, también se producen actos antisociales. Todo ello nos lleva a pensar que los factores ambientales no explican del todo, por sí mismos, la aparición de conductas antisociales.

El trastorno de personalidad antisocial se relaciona con el crimen, la violencia y la delincuencia. Las características esenciales incluyen antecedentes de trastorno de la conducta a un nivel crónico. Estos individuos tratan a los demás de manera insensible, sin preocupación aparente; parece que no sienten ninguna culpa, incluso cuando dañan a las personas más cercanas a ellos mismos. La excitación de aprovechar las oportunidades y manipular a los otros es su principal motivación.

La peligrosidad de las personalidades antisociales es obviamente muy elevada ya que es su conducta antisocial la que caracteriza al cuadro clínico. No obstante, no podemos identificar psicopatía con delincuencia, ya que si bien es verdad que existen psicópatas delincuentes, no todos los delincuentes son psicópatas (Cabrera y Fuertes, 1997).

Las personalidades antisociales se ven con frecuencia envueltas en multitud de actitudes delictivas como autores, encubridores o cómplices. Su desprecio por las normas de convivencia, su frialdad de ánimo y su incapacidad para aprender por la experiencia los hace eminentemente peligrosos (Cabrera y Fuertes, 1997).

Sus delitos más frecuentes son delitos contra las personas, en forma de lesiones, homicidios, riñas, delitos de violación, abusos deshonestos, violación de domicilio, delitos contra la propiedad en forma de hurtos y daños, delitos contra la seguridad como pueden ser incendios y delitos de atentado y resistencia a la autoridad y desacato.

La tipología de la conducta antisocial o delictiva varía entre las diferentes categorías diagnósticas. Esta diferenciación de subgrupos de delincuentes puede ser útil en el diseño de programas de prevención y tratamiento. Una evaluación específica puede proporcionar una mejor clasificación diagnóstica que puede resultar en tratamientos más individualizados y adecuados y esto a su vez llevaría a mejores resultados del tratamiento (Vermeiren, 2003).

El conocimiento de que una persona presenta un trastorno mental, por sí sólo es de uso limitado de cara a la prevención de la conducta violenta. Esto se debe a que la mayoría de los individuos con trastorno mental no son violentos y que la mayoría de los individuos violentos no tienen un trastorno mental. Los factores, tanto individuales como ambientales asociados con la conducta violenta en personas con trastornos mentales requieren de más investigación. Hay una necesidad para ampliar el uso de instrumentos validados para la evaluación de la futura conducta violenta en esta población e implementar programas de tratamiento que sean efectivos en la prevención de la conducta violenta.

La peligrosidad de las personalidades antisociales es obviamente muy elevada ya que es su conducta antisocial la que caracteriza al cuadro clínico. No obstante, no podemos identificar psicopatía con delincuencia. Si bien es verdad que existen psicópatas delincuentes, no todos los delincuentes son psicópatas.

Las personalidades antisociales se ven con frecuencia envueltas en multitud de actividades delictivas como autores, encubridores o cómplices. Su desprecio por las normas de convivencia, su frialdad de ánimo y su incapacidad para aprender por la experiencia los hace eminentemente peligrosos.

Respecto a la imputabilidad de los trastornos de la personalidad y más concretamente del trastorno antisocial de la personalidad, el tema ha sido muy debatido ya que en sentido estrictamente jurídico-psicológico estos sujetos tienen conocimiento de la ilicitud de sus acciones y voluntad clara de infringir la norma legal. Por esto, muchos autores ven en ellos absoluta imputabilidad, criterio este también predominante entre los jueces. Por otro lado, están los autores que encuentran alterada la voluntad por la incapacidad para sentir abogando por la existencia de semiimputabilidad. Finalmente, están los autores que les consideran inimputables al equiparar el trastorno antisocial a una enfermedad mental, aconsejando sustituir las penas privativas de libertad por medidas de seguridad.

En suma, la psicopatía sólo atenúa la responsabilidad en casos excepcionales en los que puede objetivarse una disminución de la voluntad. En estos casos excepcionales tendría que venir aparejado con medidas de prevención y tratamiento.

viernes, 10 de enero de 2014

Influencia de los trastornos de personalidad en conductas delictivas



DEFINICION:
En el DSM-IV-TR, sistema de clasificación de la A.P.A. (Asociación Americana de Psiquiatría) se entiende por trastorno de personalidad, un patrón permanente e inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto, tiene su inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y comporta malestar o prejuicios para el sujeto".

La clasificación de este tipo de trastornos que hacen tanto el DSM-IV como la CIE-10 parte de una perspectiva categorial, cuyo antecedente se encuentra en el modelo clásico de Kurt Schneider, en el sentido de considerar "los trastornos de la personalidad como entidades patológicas individuales y delimitadas entre sí". Es decir, cada trastorno constituye una categoría diagnóstica y se sustenta en alteraciones específicas.

El DSM-IV define los rasgos de personalidad como "patrones persistentes de formas de percibir, relacionarse y pensar sobre el entorno y sobre uno mismo que se ponen de manifiesto en una amplia gama de contextos sociales y personales". 

El trastorno de la personalidad se da cuando estos rasgos, que son egosintónicos (es decir, la persona se siente bien como es, o en todo caso percibe su sufrimiento emocional como algo inevitable, sin relación alguna consigo mismo, con su manera de ser y comportarse), se hacen inflexibles y desadaptativos (hacia el final de la adolescencia se consolidan de forma permanente y estable), y cuando causan un deterioro funcional significativo o un malestar subjetivo.

"Un hecho fundamental diferencia al paciente con trastorno de personalidad del paciente neurótico: los síntomas de este último son autoplásticos, es decir, repercuten en su propio perjuicio y sufrimiento, y son por ello experimentados como egodistónicos. Los síntomas del trastorno de la personalidad son aloplásticos, esto es, repercuten en los demás y son plenamente aceptados por el ego del paciente.

TIPOLOGÍA:
En el DSM-IV, se distinguen diez tipos de trastornos de personalidad, reunidos en tres grupos, por las similitudes de sus características:

A. Raros o excéntricos:
- Paranoide (desconfianza excesiva o injustificada, suspicacia, hipersensibilidad y restricción afectiva).
- Esquizoide (dificultad para establecer relaciones sociales, ausencia de sentimientos cálidos y tiernos, indiferencia a la aprobación o crítica).
- Esquizotípico (anormalidades de la percepción, del pensamiento, del lenguaje y de la conducta, que no llegan a reunir los criterios para la esquizofrenia).

Este grupo de trastornos se caracteriza por un patrón penetrante de cognición (por ej. sospecha), expresión (por ej. lenguaje extraño) y relación con otros (por ej. aislamiento) anormales.

B. Dramáticos, emotivos o inestables:
- Antisocial (conducta antisocial continua y crónica, en la que se violan los derechos de los demás, se presenta antes de los 15 años y persiste en la edad adulta).
- Límite (inestabilidad en el estado de ánimo, la identidad, la autoimagen y la conducta interpersonal).
- Histriónico (conducta teatral, reactiva y expresada intensamente, con relaciones interpersonales marcadas por la superficialidad, el egocentrismo, la hipocresía y la manipulación).
- Narcisista (sentimientos de importancia y grandiosidad, fantasías de éxito, necesidad exhibicionista de atención y admiración, explotación interpersonal).

Estos trastornos se caracterizan por un patrón penetrante de violación de las normas sociales (por ej. comportamiento criminal), comportamiento impulsivo, emotividad excesiva y grandiosidad. Presenta con frecuencia acting-out (exteriorización de sus rasgos), llevando a rabietas, comportamiento auto-abusivo y arranques de rabia.

C. Ansiosos o temerosos:
- Evitativo (hipersensibilidad al rechazo, la humillación o la vergüenza; retraimiento social a pesar del deseo de afecto, y baja autoestima).
- Dependiente (pasividad para que los demás asuman las responsabilidades y decisiones propias, subordinación e incapacidad para valerse solo, falta de confianza en sí mismo).
- Obsesivo-compulsivo (perfeccionismo, obstinación, indecisión, excesiva devoción al trabajo y al rendimiento; dificultad para expresar emociones cálidas y tiernas).

Este grupo se caracteriza por un patrón penetrante de temores anormales, incluyendo relaciones sociales, separación y necesidad de control.