viernes, 3 de noviembre de 2017

Asertividad

Veíamos en el post sobre inteligencia emocional la importancia de tener y manejar un amplio espectro de habilidades sociales, entendiendo éstas como la capacidad de ejecutar una conducta de intercambio con resultados favorables, de interactuar con el entorno de manera aceptable. Y veíamos también algunos ejemplos de esas habilidades: la asertividad (cualidad de una persona que expresa con facilidad y sin ansiedad su punto de vista y sus intereses, sin negar los de los demás), la comunicación (proceso por el cual los individuos condicionan recíprocamente su conducta en una relación interpersonal), el liderazgo (habilidad que le permite a un individuo el empleo de los recursos de poder necesarios para influir en las conductas de los miembros del grupo) y la resolución de conflictos (capacidad para afrontar las críticas y utilizarlas de manera constructiva).

Vamos, en este post, a centrarnos e una de ellas, en la ASERTIVIDAD. Decía Aristóteles: "Cualquiera puede enfadarse, eso es muy fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y de la forma correcta, eso ciertamente, no resulta tan fácil". El filósofo griego hablaba ya, pues, de habilidades para gestionar las emociones y, en concreto, para gestionar las más negativas, como el enfado o la ira, de forma coherente para la convivencia. Pero la asertividad va más allá de la capacidad para saber cómo enfadarse, dónde o con quién. Se relaciona con todas esas situaciones en las que aceptamos pasivamente mientras sentimos que nos perdemos el respeto a nosotros mismos o, por el contrario, explotamos llenos de ira. Decía el mismo Aristóteles que la "virtud se encuentra en el término medio", entre dos actitudes extremas, el exceso y el defecto. Así, la asertividad la encontramos en el punto medio entre la "agresividad" y la "pasividad".

Se entiende por persona "pasiva" o "inhibida" aquella que, ante los conflictos, evita la confrontación. Una actitud que incrementa problemas y deteriora su autoestima. Por su causa, sus derechos no son respetados u otras personas se aprovechan de él. Las personas "pasivas" buscan la aprobación externa, dan más importancia a los derechos ajenos, no consiguen sus objetivos ni expresan lo que sienten/quieren; se sienten frustrados, desgraciados, heridos o ansiosos; dejan al otro elegir por él, no rechazan peticiones o se sienten culpables. Asimismo, evitan afrontar los conflictos e intentan adaptarse a los deseos de otros, incluso olvidando sus propias necesidades.

En el otro polo, nos encontramos con la persona "agresiva", que ante los conflictos defiende violentamente su postura, se muestra segura, sincera y directa, pero de forma inadecuada; es hostil, amenazadora y exigente, no respeta los derechos/deseos del otro, se aprovecha de él, puede alcanzar sus objetivos a expensas del otro, está a la defensiva, denigra o humilla al otro, es expresivo (directa e indirectamente) y elige por el otro, justifica su agresividad como sinceridad y no se hace responsable de las consecuencias de su comportamiento.

La persona asertiva es aquella que manifiesta socialmente su autoestima, se conoce a sí misma y sus limitaciones y se acepta incondicionalmente, regula sus sentimientos y los ajenos y no exige nada, expresa sus deseos y necesidades, pero acepta un no por respuesta, es congruente y se respeta y valora a sí mismo y a los demás... 

Entonces, ¿qué es la asertividad? La asertividad es la cualidad, la habilidad social, de una persona que le permite expresar su opinión de manera firme, amable, honesta y directa, interceder por uno mismo de modo positivo y proactivo, expresando lo que piensa, siente o necesita a la persona indicada, en el momento y lugar oportuno, con las palabras precisas, el tono y el lenguaje no verbal correcto y respetando sus derechos y los derechos del otro y asumiendo las consecuencias sin sentimiento de culpa. Y eso, como predecía Aristóteles no resulta tan fácil.

La asertividad se sustenta sobre una buena autoestima y sobre la confianza en uno mismo. Si bien es cierto que no siempre nos va a funcionar y que probablemente no sea efectiva con todas las personas, el propio hecho de expresar a los demás nuestros sentimientos y defender nuestros derechos va a hacer que nos sintamos mejor con nosotros mismos, demostremos dignidad, autoconfianza y respeto por nosotros mismos. Y es cierto que ante esta asertividad es más probable tener éxito, ya que no se exige o evade la respuesta y se pide legítimamente que se respete el propio punto de vista.

A través de la comunicación asertiva, la persona da su opinión, hace peticiones y puede pedir favores; expresa sus emociones negativas (quejas o críticas), sabe negarse, muestra emociones positivas (alegría, orgullo), es capaz de compartir sentimientos, necesidades, emociones y pensamientos, participa en conversaciones de forma cómoda, resuelve problemas cotidianos antes de que la situación se descontrole; negocia y es flexible para poder conseguir sus propósitos, sabe hacer y recibir cumplidos y hacer y recibir críticas.

Algunas de las razones por las que no somos asertivos pueden radicar en la necesidad de complacer siempre a los demás (por educación, por miedo al rechazo o al enfado del otro, por temor a herir sus sentimientos), en una baja autoestima y autoconfianza, en un exceso de estrés o nerviosismo que nos impulsa a actuar sin pensar, en el tipo de personalidad de cada uno (más agresiva o más pasiva), en la imitación de conducta de los progenitores o del entorno.

Pero para poder ejercer la asertividad es importante tener muy claros los objetivos, huir de juicios de intenciones y remitirse a los hechos (evitarás que la gente se sienta agredida o juzgada), ser lo más concreto posible en la manera de transmitir exacta y detalladamente lo que quieres, crear la oportunidad de la negociación, manifestar nuestros sentimientos y pensamientos (nadie te puede discutir nunca como te sientes), utilizar mensajes "yo" y no mensajes "tú" (no es lo mismo "es que tu me tratas mal" a "me siento mal y me disgusto con la forma en que me estás tratando"), pedir de forma concreta y operativa lo que queremos que se haga, añadir a lo que pides motivos y razones reales que sustenten tu petición, especificar las consecuencias, reemplazar los pensamientos negativos y los sentimientos de culpa ("soy mala persona por no hacer lo que otros quieren") y entender que las personas (desgraciadamente) no pueden leerte la mente y no saben lo que piensas o lo que esperas de ellos si tú no lo expresas. Igualmente, si te resulta violento negarte sin dar explicaciones es útil ofrecer alternativas al final de la negativa y reducir tu ansiedad con el lenguaje corporal (no sirve de nada intentar comunicarse de forma asertiva si con el cuerpo o el tono de voz nos mostramos hostiles).

Resumiendo, son básicas cinco fases en la comunicación asertiva: los hechos, los sentimientos, las conductas, las consecuencias y la solución.

Me gustaría, por último, terminar el post recogiendo el listado de derechos personales  elaborado po Davis, McKay y Eshelman (1985):
1. Tengo derecho a ser el primero.
2. Tengo derecho a cometer errores.
3. Tengo derecho a ser el juez último de mis sentimientos y aceptarlos como válidos.
4. Tengo derecho a tener mis propias opiniones y convencimientos.
5. Tengo derecho a cambiar de idea o de línea de acción.
6. Tengo derecho a la crítica y a protestar por un trato injusto.
7. Tengo derecho a interrumpir para pedir una aclaración.
8. Tengo derecho a intentar un cambio.
9. Tengo derecho a pedir ayuda o apoyo emocional.
10. Tengo derecho a sentir y expresar dolor.
11. Tengo derecho a ignorar los consejos de los demás.
12. Tengo derecho a recibir el reconocimiento formal por un trabajo bien hecho.
13. Tengo derecho a decir NO.
14. Tengo derecho a estar solo aunque los demás deseen mi compañía.
15. Tengo derecho a no justificarme ante los demás.
16. Tengo derecho a no responsabilizarme de los problemas de los demás.
17. Tengo derecho a no anticiparme a las necesidades y deseos de los demás.
18. Tengo derecho a no estar pendiente de la buena voluntad de los demás.
19. Tengo derecho a responder o a no hacerlo.

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