martes, 17 de octubre de 2017

Piromanía

Octubre 2017, al grito de "Galicia no arde sola, a Galicia la queman" se incendían las redes sociales. La investigación sobre los acontecimientos ocurridos este fin de semana en Galicia y sobre sus autores, sospecha que los incendios forestales han sido intencionados, calculando los días de sequía, los bajos niveles de humedad y la llegada del huracán Ophelia para amplificar las consecuencias de las llamas, para así aprovechar unas condiciones meteorológicas extremas. Han sido 82 incendios registrados sólo en Galicia, que se han saldado con la vida de varias personas y un vasto territorio quemado. Asturias y Portugal, por su parte, han presentado más de 100 focos activos.

Los expertos llevan años trabajando en el perfil de provocador de incendios, desde la Fiscalía General del Estado de Medio Ambiente y Urbanismo se promovió una investigación para identificar en España este perfil incendiario. Se han detectado 5 tipos de perfiles: los que buscan un beneficio, los que actúan sin sentido, aquellos que quieren venganza y los imprudentes (este último grupo se divide en dos: graves y leves).

Resulta difícil en algunos sucesos diferenciar el perfil, si se trata de un incendiario (persona que provoca incendios, generalmente con premeditación y por obtención de beneficios o interés económico) o bien de un pirómano propiamente dicho. Aunque se sabe que es el perfil imprudente el que provoca el mayor número de incendios, el que nos ocupa desde nuestra profesión es el perfil de los que actúan o cometen la acción sin una finalidad aparente. Dentro de los "sin sentido" los individuos se caracterizan por un trastorno identificado. Este perfil correspondería aproximadamente a un 3% de los iniciadores de incendios. 

La piromanía es un trastorno psiquiátrico englobado dentro de los trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta, caracterizado por el impulso de iniciar incendios. Estos trastornos se caracterizan por la dificultad para resistir un impulso, una motivación o una tentación de ejecutar un acto perjudicial para la propia persona o para terceros. Además el sujeto, denominado comúnmente piromaníaco o pirómano, suele experimentar tensión antes de realizar la acción y sentir liberación o placer una vez realizada. Por otra parte suelen experimentar relajación, placer, interés, curiosidad y atracción por todo lo relacionado con el fuego. La conducta pirómana puede ser desencadenada por vacío existencial, aburrimiento, frustración, rabia o incluso búsqueda de protagonismo. Los pirómanos son enfermos que disfrutan provocando fuegos y con la contemplación de sus consecuencias, siendo el verano su estación preferida. Puede aparecer sentimiento de culpa o autorreproches después de haberlo realizado.

Su afición enfermiza suele iniciarse en la edad juvenil, con mayor frecuencia en varones y especialmente en aquéllos que destacan poco o nada por habilidades socialmente atractivas. Suelen ser personas solitarias y poco sociables, con conflictos repetidos en las relaciones interpersonales, historia personal de frustraciones y desajustes emocionales, con un cociente intelectual bajo, mal rendimiento escolar y profesional, escasa resistencia a la frustración, dificultad en la expresión de emociones negativas, escasa disciplina y poca capacidad de hacer frente al estrés. Presentan alta curiosidad o implicación en actividades de fuego, fascinación y experiencias tempranas con el fuego y todos los elementos que le rodean (incendios, humo, bomberos). En algunos casos incluso se prestan voluntarios o participan en la extinción.

El DSM-5 (American Psychiatric Association, 2014) guía de consulta de los criterios diagnósticos establece para el diagnóstico de la piromanía:
A. Provocación de incendios de forma deliberada e intencionada en más de una ocasión.
B. Tensión o excitación afectiva antes de hacerlo.
C. Fascinación, interés, curiosidad o atracción por el fuego y su contexto (por ejemplo, parafernalia, usos, consecuencias).
D. Placer, gratificación o alivio al provocar incendios o al presenciar o participar en sus consecuencias.
E. No se provoca un incendio para obtener un beneficio económico, ni como expresión de una ideología sociopolítica, ni para ocultar una actividad criminal, expresar rabia o venganza, mejorar las condiciones de vida personales, ni en respuesta a un delirio alucinatorio, ni como resultado de una alteración del juicio (por ejemplo, trastorno neurocognitivo mayor, discapacidad intelectual [trastorno del desarrollo intelectual], intoxicación por sustancias).
F. La provocación de incendios no se explica mejor por un trastorno de la conducta, un episodio maníaco o un trastorno de la personalidad antisocial.

En muchas ocasiones la piromanía aparece dentro de un trastorno disocial o retraso mental en el caso de la infancia y, en el caso de adultos, en trastornos de personalidad, alcoholismo, demencia o trastornos psicóticos.

Dicho trastorno no permite a estos individuos ser conscientes  de las consecuencias aunque si existe conciencia plena en el acto. Sí es cierto que las personas generalmente declaran que se encuentran en un estado de conciencia alterado y que sí saben lo que hacen pero no dan importancia a los daños personales y materiales que puedan causar. No les importan las pérdidas  humanas o ecológicas que puedan ocasionar, pero estas pérdidas no son la meta ni el fin instrumental del incendio. Recordemos que para que una persona pueda ser declarada responsable de un delito o infracción penal es necesario la culpabilidad (capacidad de la persona de comprender la ilicitud de un hecho y la capacidad de actuar de acuerdo a esa compresión). Por lo que el hecho de padecer una enfermedad mental grave o un trastorno mental transitorio que puedan afectar a la comprensión puede resultar favorable a la hora de que el hecho no sea considerado punible o actuar como eximente.  En el caso de la piromanía, al ser considerada como una anomalía de los instintos, no se exime de responsabilidad pero sí puede ser fundamento para la atenuación de la pena.

Otros trastornos de ese tipo son las ludopatías o juego patológico (incapacidad para controlarse en juegos de apuestas o loterías), trastorno explosivo intermitente (arrebatos recurrentes de violencia), tricotilomanía (arrancamiento del pelo de forma recurrente e irresistible)  y la cleptomanía (incapacidad para controlar el deseo de hurtar cosas). 

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