viernes, 1 de mayo de 2015

Trastorno por estrés postraumático (TEPT) I

Para entender este trastorno hemos de partir de la base de qué se considera un SUCESO TRAUMÁTICO. Se entiende por suceso traumático cualquier acontecimiento negativo intenso que surge de forma brusca, que resulta inesperado e incontrolable y que puede poner en peligro la integridad física o psicológica de una persona que se muestra incapaz de afrontarlo. Este tipo de suceso no forma parte de las experiencias humanas habituales y produce un gran impacto psicológico, que va a depender fundamentalmente de dos factores: la intensidad del hecho y la ausencia de respuestas psicológicas adecuadas para encararlo.

A raíz de este suceso traumático podremos hablar de TRAUMA, como aquella reacción psicológica derivada de dicho suceso. Cualquier acontecimiento de este tipo altera el sentimiento de seguridad de la persona en sí misma y en los demás. El elemento clave es la pérdida de la confianza básica.

Dentro de los sucesos traumáticos más habituales podemos distinguir entre los intencionados (agresiones sexuales en la vida adulta, relación de pareja violenta, terrorismo, secuestro y tortura, muerte violenta de un hijo, abuso sexual en la infancia, maltrato infantil, etc.) y los no intencionados (accidentes, catástrofes naturales).

Fases habituales en el daño psicológico:
1) Reacción de sobrecogimiento: abatimiento general, pobreza de respuestas, lentitud, ausencia de reacción.
2) Vivencias afectivas dramáticas: dependen de cómo se elaboren y de las características de personalidad de cada individuo (dolor, indignación, ira, culpa, miedo).
3) Tendencia a revivir intensamente el suceso, de forma espontánea o con algún estímulo desencadenante (olor, sabor, objeto, etc). Se produce una re-experimentación de hecho o suceso traumático en forma de recuerdos repetitivos e intrusivos (imágenes, pensamientos o percepciones), flashbacks, pesadillas recurrentes, malestar psicológico intenso al tener exposición con estímuos relacionados (que pueden ser de cualquier forma o tipo sensorial, como ya hemos comentado anteriormente) y respuestas fisiológicas congruentes con los estímulos.

A través de esas tres fases del daño psicológico pueden generarse, por una parte, SECUELAS PSÍQUICAS, que se traducen en alteraciones adaptativas: a nivel cognitivo (confusión, dificultades para tomar decisiones, indefensión, falta de control), a nivel psicofisiológico (sobresaltos continuos, alteraciones del sueño, dificultad de concentración, irritabilidad, episodios de cólera) y a nivel conductual (apatía y dificultad para reestablecer la rutina). Por otra parte podemos encontrar SECUELAS EMOCIONALES: la estabilización del daño psicológico produce una discapacidad permanenente que puede no remitir con el paso del tiempo, se puede producir una modificación permanente de la personalidad con aparición de rasgos nuevos (suspicacia, dependencia emocional), que se mantienen durante al menos dos años y pueden llevar a un deterioro de las relaciones interpersonales y a una falta de rendimiento en la actividad laboral.

Factores de vulnerabilidad:
Las personas reaccionan de manera distinta porque los acontecimientos les afectan en distinta medida. Por lo general, la mayoría de la población ha vivido experiencias traumáticas en mayor o menor medida (pérdida de algún familiar, enfermedad grave propia o de alguien cercano, etc.), pero no todo el mundo que sufre un suceso traumático o un estrés agudo es vulnerable de padecer un Trastorno por estrés postraumático (un alto porcentaje de los adultos se recuperan sin secuelas de un acontecimiento traumático). La mayor o menor repercusión psicológica dependerá de su vulnerabilidad, que se verá afectada por factores de tipo psicológico (baja autoestima, desequilibrio emocional, fragilidad emocional previa, escasa capacidad de adaptación a los cambios, sensación de fatalismo) y factores de tipo psicosocial (apoyo social insuficiente, escasa implicación en las relaciones sociales, falta de apoyo institucional). Si bien, si que hay que señalar que es más frecuente su aparición es más frecuente en mujeres.

Teniendo en cuenta todos estos factores podemos concluir que el daño psicológico depende de: la intensidad o duración del acontecimiento, de la percepción del suceso (variables psicológicas), del carácter inesperado del acontecimiento, de la fragilidad de la víctima y de la concurrencia de otros problemas. 



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