viernes, 27 de febrero de 2015

Sobre la fibromialgia


La fibromialgia consiste en un trastorno crónico que tiene como principal y definitorio síntoma el dolor. Un dolor que, aunque puede comenzar en una determinada región del cuerpo, tal como el cuello o los hombros, acaba, generalmente, afectando a todo él.

En concreto, se han establecido 18 zonas corporales en las que las personas con fibromialgia tienen especial sensibilidad (lo que se ha llamado “puntos hipersensibles”), distribuidos por el cuello, los hombros, la espalda, las caderas, los brazos y las piernas y en los que suelen sentir dolor al ser oprimidos. De hecho, se toma en consideración la posible existencia de una fibromialgia cuando, al aplicar una presión de cuatro kilogramos sobre dichos puntos, el paciente reporta dolor en 11 o más de ellos (técnica desarrollada por el American Collage of Rheumatology, 1990).

Estos dolores de la fibromialgia son descritos por los enfermos, de forma característica, como sensaciones de ardor, de punzada, rigidez o sensibilidad excesiva, aunque también es típico que su intensidad y atributos oscilen en función de la hora del día, la actividad física, el clima, las pautas del sueño o la fatiga y el estrés.

Pero no todo acaba ahí en la fibromialgia. Quienes la padecen también suelen presentar otra serie de síntomas como fatiga, dificultad para dormir, rigidez matutina, dolores de cabeza y migrañas, sensación de hormigueo o adormecimiento en las manos y los pies, irritación de garganta, falta de memoria o dificultad para concentrarse (“fibroneblina”), cambios repentinos de humor, estados generales de tristeza o decaimiento (un 25% de estos enfermos presentan depresión clínica), ansiedad, dolores abdominales y oscilaciones entre periodos de estreñimiento y diarrea (síndrome de colón irritable), espasmos e irritabilidad de la vejiga que podrían causar urgencia o frecuencia urinaria y, en el caso de las mujeres, periodos menstruales especialmente dolorosos. Hay que señalar, a este respecto, que la fibromialgia afecta más a los individuos de sexo femenino y que se les diagnostica, especialmente, a una edad madura, especialmente entre los 20 y los 50 años.

En cualquier caso, lo realmente desconcertante de esta enfermedad es que el enfermo no presenta alteraciones físicas en esos lugares que afirma dolorosos y sus pruebas clínicas o de laboratorio (análisis de sangre, radiografías…) resultan normales (a veces presentan dolores similares a los producidos por las enfermedades de las articulaciones, la artritis, por ejemplo, pero, a diferencia de ésta, la fibromialgia no produce inflamación). Algo que ha provocado que durante mucho tiempo su diagnosis resultase problemática y que, en ocasiones, quienes padecían esta dolencia fuesen vistos como simuladores o farsantes.

En la actualidad, en cambio, la enfermedad está plenamente reconocida, pero, aun así, el diagnóstico sigue siendo problemático. Es de carácter diferencial. Se establece en función de los síntomas del paciente y de su examen físico y por exclusión de otras patologías, como las de tipo reumático y neurológico (mielitis transversa, esclerosis múltiple, polineuropatías periféricas).

Las causas de esta enfermedad son desconocidas. La fibromialgia se ha relacionado con ciertos factores como el sometimiento del individuo a acontecimientos estresantes o traumáticos, que a veces determinan estados ansiosos o depresivos: separaciones matrimoniales, problemas con los hijos, pérdidas de empleo, fracasos profesionales, accidentes automovilísticos, prolongados padecimientos de salud... Ciertas enfermedades debilitantes se han relacionado, además, con la dolencia de que tratamos. Es el caso de la artritis reumatoidea, el lupus eritematoso sistémico, la espondilitis anquilosante o la artritis espinal, aunque éstas no parecen ser la causa de la dolencia, sino despertar una anomalía oculta en la regulación de la capacidad de respuesta a determinados estímulos dolorosos. En algunas ocasiones se ha manifestado, incluso, a partir de haber sufrido el individuo infecciones víricas o bacterianas (por ejemplo, la enfermedad de Lyme). Sin embargo, no se han podido establecer correlaciones bien definidas en ningún caso. Aunque parece que diferentes factores, por sí solos o en combinación con otros, podrían causar fibromialgia y que sí existe agravamiento en presencia de los señalados, en ocasiones surge de repente, por sí misma.

No obstante, en cualquier caso, existe mayor predisposición en mujeres que tienen un familiar con fibromialgia. Algo que se relaciona, según han demostrado diversas investigaciones, con el gen COMT y los que intervienen en los niveles de serotonina (neurotransmisor central que influye en cuestiones como el humor, la ansiedad, el sueño, el dolor, la temperatura corporal, las funciones endocrinas y las cognitivas del individuo) triptófano (sustancia esencial para la liberación de la serotonina y la regulación del impulso nervioso) y sustancia P (proteína de funciones aún un tanto misteriosas, pero que se localiza en zonas del cerebro involucradas en fenómenos como la depresión, la ansiedad o el estrés y participa de forma crucial en el procesamiento de estímulos de dolor). En muchos casos, los enfermos de fibromialgia presentan bajas tasas de serotonina  y triptófano y elevadas de sustancia P en el líquido cefalorraquídeo. También se ha hallado un bajo nivel de flujo sanguíneo a nivel de la región del tálamo del cerebro y anormalidades en la función de las citocinas.

Algunas teorías apuntan a que la génesis de la enfermedad se encuentra en las alteraciones en la arquitectura del sueño (polisomnografías que se caracterizan por un sueño fragmentado y disminución de las fases profundas del sueño), alteraciones en el funcionamiento del sistema nervioso autónomo y en fenómenos de procesamiento anormal del dolor. Las investigaciones han demostrado que la perturbación del sueño profundo altera muchas funciones críticas del cuerpo, como la percepción del dolor, así como la producción de las sustancias químicas necesarias para reparar el tejido muscular. En biopsias realizadas en músculos de pacientes diagnosticados de fibromialgia se han encontrado alteraciones ultraestructurales.

Otras teorías, en cambio, pretenden responder a lo nebuloso de la enfermedad y a la gran cantidad de factores que parecen influir en ella desde una perspectiva ampliamente integradora, combinando gran cantidad de aspectos: planteando relaciones entre los mecanismos sueño-vigilia (alteraciones del ritmo circadiano), el funcionamiento del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, el de los centros de procesamiento de las vías del dolor (fenómenos de sensibilización central y periférica del dolor) y el del sistema nervioso autónomo (alteraciones en el tono autonómico o simpático-vagal: hiperactivación simpática sostenida con hiporeactividad simpática al estrés). Una perspectiva desde la que se describe la fibromialgia como una enfermedad del sistema psico-neuro-inmuno-endocrino.

Actualmente el NIAMP (Instituto Nacional de Artritis y Enfermedades Musculoesqueléticas y de la Piel) patrocina investigaciones para mejorar el diagnóstico, tratamiento y prevención de esta enfermedad, partiendo de la base de la existencia de uno o varios genes que hacen que una persona sea más propensa a padecer fibromialgia y siguiendo líneas de trabajo que se originan en preguntas como ¿por qué las personas con fibromialgia son más susceptibles al dolor?, o ¿cuál es el efecto de las hormonas del estrés en el cuerpo?. Unas cuestiones cuyas respuestas llevan a proponer tratamientos con medicamentos, si bien se considera, desde esta institución, que conviene complementarlos con terapias de tipo conductual.

Respecto a este asunto del tratamiento, hay que señalar que, teniendo en cuenta la peregrinación por distintos médicos a que estos pacientes se ven abocados hasta que son diagnosticados, la terapia grupal y la educación sanitaria resultan de gran ayuda. No obstante los planes terapéuticos deben ser adaptados a cada persona y sus necesidades individuales. Por lo general, se combinan medicamentos para disminuir el dolor (antiinflamatorios no esteroideos o AINEs principalmente, una subcategoría de los AINEs, analgésicos) y mejorar el sueño (relajantes musculares, antidepresivos que aumentan el nivel de serotonina en el cerebro) con programas de ejercicios para estirar los músculos y mejorar la capacidad cardiovascular (masajes, ejercicios aeróbicos, ejercicios de estiramiento, acupuntura, terapia ocupacional), técnicas de relajación para aliviar la tensión muscular y la ansiedad y programas educativos que pretenden ayudar al enfermo a comprender y controlar su dolencia.

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