viernes, 23 de septiembre de 2016

Duelo, asumir y enfrentar las pérdidas

Cualquier pérdida de un ser querido es una circunstancia triste y dolorosa y una cirscunstancia a la que todos, en algún momento de nuestras vidas, deberemos hacer frente. Si bien es verdad que conocer qué es un duelo no nos ayuda a evitarlo, es posible que saber en qué consiste nos ayude a ubicarnos en el proceso, ha gestionar la pérdida y a intentar desarrollar estrategias útiles de afrontamiento.

El duelo en un reacción o respuesta normal y saludable a una pérdida. Es una circunstancia que necesita de un tiempo y de un proceso de afrontamiento para poder integrar y aceptar la pérdida. No solamente la muerte de un ser querido requiere un proceso de duelo, es habitual en procesos de divorcio o rupturas de relaciones (familiares, amistades...), pérdida del puesto de trabajo o del estatus socioeconómico, cambios drásticos en la vida de las personas (jubilación, enfermedades crónicas o terminales).

Este proceso se puede dividir en 5 etapas:
1) NEGACIÓN: es una primera etapa de shock o de estupor ("Esto no me está sucediendo a mi", "Tiene que ser un error"). La persona se encuentra en un estado de desconcierto o embotamiento afectivo (ausencia de reacciones afectivas significativas). En este estado hay quien actúa con total normalidad, como si no ocurriera nada y quien se encuentra en un estado de inmovilidad e inaccesibilidad. En cualquier caso se trata de reacciones protectoras, mecanismos de defensa que postergan el impacto  y demoran el proceso de asumir la noticia o información recibida. Cierta distancia emocional en cierta medida nos ayuda a amortiguar el efecto del primer impacto que supone la pérdida. Suele ser una fase corta, por lo general de horas o un par de días.

2) IRA: esta segunda etapas se caracteriza por sentimientos de rabia o incluso agresividad, vivencia de injusticia y desamparo ("¿Quién tiene la culpa?", "¿Por qué yo?", "¿Por qué ahora?". todo ello puede traducirse en problemas del sueño (insomnio, pesadillas o sueño no reparador), dificultad de concentración, pérdida de apetito, cierta anhedonia (incapacidad o dificultad para experimentar placer, pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades).

3) NEGOCIACIÓN: se trata de una especie de "pensamiento mágico", una forma de pensar basada en creencias más primitivas, basadas en la fe, la imaginación, los deseos, las emociones o las tradiciones. La persona intenta "negociar" o pactar con la realidad ("Me portaré bien si esto no ocurre").

4) DEPRESIÓN: es una etapa de desorganización o de desesperanza, donde la persona empieza a tomar conciencia de la pérdida, de que se trata de un hecho irreversible. Son habituales los sentimientos de tristeza, apatía, desinterés, dejadez, angustia... En la resolución de esta etapa es donde la persona deberá desplegar sus estrategias y habilidades de afrontamiento y ponerlas en práctica para supera la situación. Es aquí donde más personas se "atascan".

5) ACEPTACIÓN: poco a poco la persona asume y acepta la realidad de la pérdida y se reorganiza, experimenta el dolor y lo integra, se adapta a su nueva situación y se recoloca emocionalmente. La aceptación aparece cuando la persona ha sido capaz de gestionar correctamente sus emociones y ha superado con éxito las fases anteriores. Para afrontar con éxito el proceso de duelo son importantes ciertas tareas (siguiendo el planteamiento propuesto por J.W. Worden):
- Aceptar la realidad de la pérdida (aceptación intelectual y emocional).
- Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida (reconocer y trabajar el dolor, sentirlo y saber que un día pasará y no evitación o supresión del sentimiento).
- Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente (adaptación a la nueva situación externa, a nivel interno y a nivel cognitivo).
- Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.

Todas estas etapas o fases del duelo son normales, y los sentimientos y emociones que en ellas se experimentan también. Si bien el proceso no siempre es lineal y no todas las personas las experimentan todas en el mismo orden o de manera secuencial, siendo frecuente incluso pasar por una misma etapa varias veces. Por otra parte, la duración y la intensidad del duelo dependerá no solo de la persona, sino también de factores como las circunstancias de la muerte/ pérdida, la intensidad de la unión, las características de la relación con la persona perdida, la existencia de conflictos no resueltos y la edad del fallecido. Es habitual sentirse mejor en torno a las 6-8 semanas (aunque insistimos en que depende del caso) y el proceso completo podría durar entre varios meses o incluso años.

Teniendo en cuenta la semiología, en el proceso de duelo podemos encontrar síntomas de tipo psicológico (tristeza, enfado, culpa o autorreproche: real o imaginado, ansiedad y ataques de pánico, miedo, aturdimiento, soledad: emocional y social, fátiga, impotencia, shock, anhelo, sensación de emancipación, alivio), físico (vacío en el estómago, opresión en el pecho, opresión en la garganta, hipersensibilidad al ruido, sensación de despersonalización, falta de aire, debilidad muscular, falta de energía, sequedad en la boca, diarreas, mareos, taquicardias, dolores de cabeza, hiperventilación, nauseas, pérdida o aumento de peso), cognitivo (incredulidad, confusión, preocupación, sentido de presencia, distraibilidad, alucinaciones) y conductual (trastornos del sueño, trastornos alimentarios, aislamiento social, soñar con el fallecido, evitar recordatorios del fallecido, buscar y llamar en voz alta, suspirar, hiperactividad desasosegada, llanto, visitar lugares o llevar consigo objetos que recuerden, atesorar objetos que le pertenecían).

Es recomendable para ayudar a afrontar la pérdida hablar de cómo se siente con otras personas, intentar mantenerse al día con las tareas diarias y tener una rutina establecida, dormir y descansar bastante, seguir una dieta equilibrada y realizar ejercicio de forma regular, evitar el alcohol (ya que podría acentuar la sintomatología depresiva), evitar tomar decisiones importantes, permitirse llorar y experimentar emociones en general (tristeza, ira, enfado). En cualquier caso o circunstancia si se percibe que el proceso de duelo está estancado o resulta especialmente difícil o complicado gestionar las emociones, la persona comienza a sentirse abrumada y con dificultades o síntomas que perturban su vida diaria, siempre es recomendable buscar ayuda especializada que nos ayude en el proceso de acompañamiento al duelo.

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