jueves, 14 de noviembre de 2013

Teorías criminológicas

La teoría criminológica de la Escuela clásica parte de la concepción del hombre como ser libre y racional, que es capaz de reflexionar, tomar decisiones y actuar en consecuencia. En sus decisiones, básicamente realiza un cálculo racional de las ventajas e inconvenientes que le va a proporcionar su acción, y actúa o no según prevalezcan unas u otras. Cuando alguien se enfrenta a la posibilidad de cometer un delito, efectúa un cálculo racional de los beneficios esperados (placer) y confronta con los perjucios (dolor) que cree van a derivarse de la comisión del mismo; si los beneficios son superiores a los perjucios tenderá a cometer la conducta delictiva (Beccaria, 1764).

Pero, ¿qué ocurre cuando los síntomas mentales aparecen como alteraciones de las funciones de la mente, cuándo el ser humano pierde la capacidad volitiva y el juicio, entendiendo éste como la capacidad de evaluar una situación de acuerdo con la lógica formal y actuar de forma adecuada, cuando no presenta introspección ni reflexión?.

Las tres grandes teorías criminológicas no son suficientes para explicar algunos delitos:

1)    Teoría del aprendizaje social: establece correlatos importantes del delito por asociación con iguales delincuentes. Akers plantea que en delincuencia intervienen variables que motivan- que incitan al delito- y variables que controlan- que previenen el mismo. El entorno jugaría un papel destacado a la hora de cometer un delito, de manera que un contexto negativo impulsaría y motivaría a la comisión del delito. Esta teoría explicaría algunos delitos, pero no resolvería por que sujetos que no han tenido modelos de delincuencia llegan a cometer atrocidades.

2)    Teoría del control y de la desorganización social: plantea que existen controles internos (autoconcepto positivo, creencia de las normas, autocontrol alto) o externos (familia, escuela, grupo primario) que impiden caer en el delito. Se escaparían aquí los individuos bien integrados, aparentemente equilibrados y bien adaptados socialmente que espontáneamente cometen un delito.

3)    Teoría de la tensión/ frustración: los estados afectivos negativos, tales como la ira, que a menudo resultan de relaciones negativas (Agnew, 1992: 48- 49) motivan los delitos. La frustración, entendida como sensación de malestar por algo que no ha salido como queríamos, producida bien cuando no se logran metas valoradas positivamente, bien por extinción o amenaza de extinción de estímulos valorados positivamente, o bien por exposición o amenaza de exposición a estímulos valorados negativamente, facilita la especial disposición a delinquir. El delito se plantea como una posible respuesta a la frustración. Esta teoría fallaría en la explicación de los delitos minuciosamente planificados, delitos en los que los detalles han sido cuidados y pensados con tiempo y frialdad.

Nos planteamos aquí que ocurre cuando entra en juego la psicopatología, cuando aparecen los trastornos mentales, se nos escapa la norma general y fallan las teorías. Actualmente diversos expertos tienen en cuenta los factores psicológicos, no sólo como desencadenantes de la delincuencia o la violencia o protectores de la integridad del individuo, sino también como causantes de comportamientos delictogénicos.

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